Constantino, el primer emperador cristiano
El Imperio Romano ha tenido muchos emperadores pero sólo el nombre de algunos ha logrado sobrevivir al paso y peso de los siglos. Muchos sólo son recordados por los historiadores pero otros forman parte de la cultura general de gran parte de la gente, algo que sin dudas en vida no imaginaban.
Uno de ellos es Constantino El Grande. Fue emperador entre el 306 y el 337 y su nombre original era Flavius Valerius Aurelius Cosntantinus. Y sí, se lo conoce por ser el primer emperador romano cristiano. Hasta él habían sido todos paganos, adoradores del panteón de los dioses más variados.
Era hijo de un militar que estaba al servicio del emperador Diocleciano y su primera esposa. Después, su padre se casaría con la hija del emperador romano de occidente y tendría nuevos hijos, pero digamos que ya estaba bien relacionado desde la cuna.
Para el siglo IV el imperio estaba gobernado por cuatro cabezas, dos augustos y dos césares y su propio padre terminó siendo un césar para el año 293.
Bajo ese sistema de gobierno su padre muere en la actual York, Inglaterra, estando él a su lado así que las tropas leales a su progenitor lo proclaman augusto, emperador. Pero la situación era un poco complicada y durante las dos décadas siguientes hubieron luchas internas entre varios oponentes y competidores por el poder. Constantino saldría victorioso, ganando el poder absoluto.
Con él el gobierno se convierte en monarquía por derecho divino, hereditaria y absolutista. Hace grandes transformaciones y re estructuraciones internas, traslada la capital a Bizancio, rebautizada Constantinopla, y firma el Edicto de Milán, la despenalización del cristianismo.
Eso sí, sólo se bautizó en su lecho de muerte pero aún así ha pasado a la historia por abrir las puertas a la nueva religión dentro del estado y la sociedad. Fue quien dio el puntapié inicial para el enorme poder que el cristianismo cosecharía a partir de entonces.
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