Qué ver en una visita a Roma
Plantearse qué visitar en la Ciudad Eterna puede resultar una pregunta retórica. De hecho, los principales atractivos de la capital de Italia son tan sumamente conocidos que referirse a ellos podría considerarse incluso una obviedad. En cualquier caso, estos lugares mágicos pueden llegar a hacer sombra a otros muchos enclaves menos concurridos, pero igualmente dotados de esa pátina de encanto e historia que envuelve el inagotable patrimonio monumental de Roma.
Sin duda, su mayor icono tiene un nombre propio: el celebérrimo Coliseo (también llamado anfiteatro Flavio). La historia del principal icono de la ciudad arranca en el año 70 d.C., momento en el que Vespasiano ordenó su construcción sobre unos terrenos que pertenecieron a la residencia privada de Nerón. Su inauguración tuvo lugar en el año 80, ya bajo el mandado de Tito. Dotado de capacidad para 55.000 espectadores, el Coliseo dio cabida a combates de gladiadores, batallas navales y espectáculos con fieras.
En cualquier caso, este hermosísimo anfiteatro es sólo un ejemplo de los incontables vestigios de arquitectura imperial que aún conserva Roma. Sin ir más lejos, junto a él se eleva el soberbio arco de Constantino. Erigido en honor de Trajano, posteriormente fue restaurado por Constantino I para conmemorar su victoria sobre Majencio en el año 315 d.C.
Asimismo, desde el allí se puede tomar Via dei Fori Imperiali, que desembocan en otra gran atracción: las ruinas del Foro romano (en la foto) y las del monte Palatino. Verdadero punto neurálgico de la vida pública desde la época republicana, allí se pueden admirar edificios tan emblemáticos como los templos de Vespasiano, Cástor y Póllux y Saturno, sin olvidar el arco de Septimino Severo o la columna de Foca.
En cualquier caso, la nómina de construcciones romanas no acaba aquí: desde la cercana Piazza Campidoglio, se alcanza fácilmente el teatro de Marcelo —impulsado por Julio César e inaugurado en el siglo I d.C. por Octavio—, el templo de la Fortuna Viril y el templo de Vesta —de planta circular—, las termas de Caracalla (siglo III d.C.), el circo Máximo —aunque muy deteriorado en la actualidad, llegó a tener un aforo de 300.000 personas— y la pirámide de Cayo Cestio, una tumba inspirada en la arquitectura funeraria del Egipto faraónico.
Sin ánimos de ser exhaustivos, la nómina la completan otras construcciones diseminadas por otros puntos de la ciudad, como las termas de Diocleciano —junto a la Piazza de la Repubblica y reconvertidas en la iglesia de Santa Maria degli Angeli por Miguel Ángel Buonarroti—, el popular Ara Pacis, el templete de San Pietro in Montorio,el Panteón de Agripa —poseedor de una imponente cúpula rematada con una apertura circular— o el Castel Sant’Angelo —construido para dar cabida a la tumba del emperador Adriano.
Precisamente, este lugar se alza muy cerca de la meca de la cristiandad: Ciudad del Vaticano, el Estado más pequeño del mundo. Curiosamente, éste acoge la mayor basílica católica del globo —San Pedro del Vaticano— y la archiconocida Capilla Sixtina, decorada con las inenarrables escenas del Juicio Final de Miguel Ángel y escenario de las deliberaciones para elegir al Papa. Pese a que ambas son quizás las construcciones religiosas más célebres de Roma, no hay que perder de vista que esta ciudad es la capital espiritual de Occidente.
De ahí el larguísimo rosario de iglesias de inconmensurable belleza que no deben dejar de visitarse, tales como Santa Maria Maggiore (en Via Cavour), Santa Maria in Cosmedin —una obra maestra del románico que también acoge la famosísima Bocca della Verità (1623)—, la iglesia del Gesù —auspiciada por los jesuitas—, Trinità dei Monti —presidiendo la interminable escalinata de piazza Spagna—, Santa Maria Sopra Minerva o Santa Maria in Trastevere. Del mismo modo, recorriendo Via San Giovanni in Laterano, se llega hasta la iglesia San Juan de Letrán —sede del obispado romano— y a la iglesia de San Clemente.
Por supuesto, cualquier visita a Roma no será completa si no se dedica unos instantes a descubrir otras de las enseñas de la capital, tales como las catacumbas de San Calixto —algo alejadas del centro histórico—, la cautivadoraPiazza Navona —en cuyo centro descuella la preciosa fuente de los Cuatro Ríos, de factura barroca—, los hipnóticos y extensísimos jardines de Villa Borghese —a cuyos pies se extiende la Piazza del Popolo— y, por supuesto, la espléndida Fontana di Trevi. Dice la leyenda que todos aquellos que algún día quieran regresar a la Ciudad Eterna no deben dejar de arrojar una moneda a sus aguas, situándose de espaldas a esta enorme fuente.
Sin embargo, los atractivos de Roma no se limitan al trazado urbano del centro de Roma. De hecho, los alrededores de la capital italiana cuentan con numerosos localidades cuyo extenso acervo cultural no debe quedar en el tintero. Una buena muestra de ello es Ostia Antica. Fundada en la desembocadura del Tíber en el siglo IV a.C., se convirtió en el principal puerto comercial de la época imperial.
A su vez, tras Pompeya y Herculano, está considerado como el tercer complejo arqueológico romano mejor conservado. Otra excursión interesante tiene como destino Tivoli, una localidad situada a apenas 40 km que despliega encantadora villas de recreo, como Villa Gregoriana y, sobre todo, Villa Adriana: segunda residencia de Adriano, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999. Otros lugares interesantes son la señorial Villa Farnese y Bomarzo, que despliega un fascinante catálogo de arquitectura fantástica y de temática mitológica.
Además, muy cerca de allí, Viterbo (a 117 km de Roma) aún conserva la huella de su esplendoroso pasado medieval. Por supuesto, tampoco hay que desdeñar a la maravillosa Cerveteri —un magnífico legado de la civilización etrusca, sito a tan sólo 44 km de Roma y Patrimonio de la Humanidad desde el 2004— o la tranquila Frascati, internacionalmente conocida por sus vinos.
Finalmente, y aunque la distancia pueda parecer excesiva (hablamos de unos 200 km) tampoco es descabellado acceder desde Roma a algunos de los más bellos pueblos del sur de la Toscana, tales como Pienza —Patrimonio de la Humanidad desde 1996—, Montepulciano o el pintoresco San Quirico d’Orcia.
En el siguiente enlace tenéis una recopilación de visitas que podéis hacer en Roma de las cuales hemos hablado ya: visitas en Roma.
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