El centro histórico de Roma, Patrimonio de la Humanidad
Aunque pueda resultar retórico, Roma es posiblemente el mayor museo al aire libre del mundo. De ahí que su fascinante centro histórico se convirtiera en el primer espacio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, distinción que obtuvo en 1980. Este emblemático lugar se inscribe en el interior de los muros aurelianos, que atesoran el mayor legado urbanístico y arquitectónico de la Antigüedad.
Sin embargo, el inventario de bienes protegidos se amplió cuatro años más tarde, con la inclusión en la lista de los bienes de la Santa Sede de la Ciudad del Vaticano. Algo similar ocurriría en 1990 , momento en el que también fueron objeto de reconocimiento las posesiones extraterritoriales en el centro y la iglesia de San Paolo Fuori le Mura.
En cualquier caso, los vestigios más representativos y emblemáticos de la capital italiana son sin duda aquellos que transportan al viajero a la época imperial, tales como el Foro romano, en el que descuellan construcciones como el arco de Tito, la casa de las Vestales o la basílica de Constantino o de Majencio.
Mención aparte merece la imagen más representativa de la ciudad eterna: el Coliseo o anfiteatro Flavio. Sus orígenes hay que buscarlos en el año 70 d.C., momento en el que el emperador Vespasiano ordenó que se erigieran sobre un solar que había albergado la residencia de Nerón. Finalmente, este prodigio de ingeniería civil fue inaugurado diez años después por Tito. Capaz de albergar 55.000 espectadores, fue el escenario de cruentos espectáculos, entre los que se cuentan los combates de gladiadores y los espectáculos con fieras, sin olvidar las batallas navales.
Pero si el Coliseo resulta sorprendente, no lo es menos el Panteón de Agripa (120 d.C.), cuya gigantesca cúpula horadada supuso toda una revolución.
Sea como fuere, la caída del Imperio romano de Occidente en el 476 d.C. no borró el protagonismo de Roma, que continuó gracias a la presencia papal en la ciudad y que cristalizó en un rosario de iglesias y palacios renacentistas y barrocos. Un regalo impagable que hoy sigue al alcance de todos.
Foto vía: Robert Hugh Benson
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